Celebraciones con pirotecnia aumentan contaminación y enfermedades

Los fuegos artificiales, aunque deslumbran en celebraciones, representan un riesgo significativo para la salud humana y el medio ambiente. Su composición incluye pólvora negra y diversos metales pesados que, al ser detonados, liberan sustancias tóxicas en el aire.

Por ejemplo, el cobre, utilizado para producir colores azules, puede generar niveles elevados de dioxinas que alteran el sistema hormonal y aumentan el riesgo de cáncer. El bario, responsable de tonalidades verdes, puede afectar negativamente al corazón y los intestinos. Además, la combustión de estos artefactos incrementa notablemente la concentración de partículas finas en la atmósfera. Estudios han demostrado que, tras un espectáculo pirotécnico, las partículas finas pueden aumentar hasta un 42% en las 24 horas siguientes, deteriorando la calidad del aire y exacerbando enfermedades respiratorias como el asma.

Además de la contaminación atmosférica, los fuegos artificiales contribuyen al cambio climático. Un espectáculo de 30 minutos puede emitir aproximadamente 1.5 toneladas de CO₂, equivalente a un viaje de 12,500 kilómetros en un automóvil de gasolina.

El impacto acústico de la pirotecnia también es preocupante. Las explosiones pueden alcanzar niveles de hasta 190 decibelios, superando ampliamente el límite de 65 dB recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Este ruido excesivo afecta a personas con hipersensibilidad auditiva, trastornos del espectro autista y enfermedades neurológicas, además de causar estrés en animales domésticos y silvestres.

Para mitigar estos efectos, es fundamental considerar alternativas más seguras y sostenibles en las celebraciones. El uso de pirotecnia silenciosa o espectáculos de luces láser puede reducir significativamente el impacto ambiental y proteger la salud pública. La concienciación y educación sobre los riesgos asociados a los fuegos artificiales son esenciales para promover prácticas festivas responsables y sostenibles.