
La Amazonía enfrenta deforestación por obras para la COP30
La construcción de una autopista en la Amazonía para la COP30 genera debate entre desarrollo y conservación, con impactos en áreas protegidas.

La próxima Cumbre Climática COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, en noviembre de 2025, ha puesto en el centro del debate la construcción de una nueva autopista de cuatro carriles en plena Amazonía. Este proyecto, destinado a mejorar la movilidad en la región, ha generado fuertes críticas por su potencial impacto ambiental, ya que atravesará áreas protegidas de la selva tropical, lo que podría acelerar la deforestación y fragmentar ecosistemas clave.
Comunidades locales y científicos han expresado su preocupación por los efectos negativos de la carretera, que cruzará una zona de 7 500 hectáreas protegidas por ley. Esta área no solo alberga manantiales que abastecen de agua a la ciudad, sino que también tiene un profundo significado histórico para los pueblos indígenas tupinambá. Aunque el gobierno defiende el proyecto como una obra sostenible, muchos temen que su construcción marque un precedente peligroso para futuras intervenciones en la Amazonía.
Belém, una ciudad con graves carencias infraestructurales, se prepara a marchas forzadas para recibir a miles de visitantes durante la COP30. La autopista, bautizada como "Avenida de la Libertad", incluirá elementos como pasadizos para fauna y carriles bici, pero su construcción ya ha implicado la tala de árboles y la alteración de un ecosistema frágil. Además, la ciudad enfrenta desafíos logísticos, como la insuficiente capacidad hotelera y la necesidad de modernizar su aeropuerto.
La elección de Belém como sede de la COP30 fue una decisión estratégica del presidente Lula, quien busca mostrar al mundo la realidad de la Amazonía y sus desafíos. Sin embargo, esta decisión también ha expuesto las contradicciones de Brasil, un país que, aunque presume de avances en la lucha contra la deforestación, también explora la posibilidad de extraer petróleo en la cuenca del Amazonas, lo que ha generado tensiones entre el gobierno y los ambientalistas.
Mientras tanto, el mundo observa con atención cómo Brasil equilibrará sus compromisos climáticos con las presiones económicas y políticas internas. La COP30 no solo será una prueba para la diplomacia ambiental global, sino también un reflejo de los dilemas que enfrenta un país clave en la lucha contra el cambio climático.