
El impacto ecológico de las mascotas
Tanto perros como gatos domésticos generan daños ecológicos profundos en fauna, agua y suelos. Convivir con ellos exige una mirada ambiental urgente.

Aunque los perros y gatos son considerados miembros entrañables de millones de hogares, una serie de investigaciones recientes revelan que su presencia representa también una amenaza considerable para la biodiversidad. Un estudio de la Universidad de Curtin, publicado en Pacific Conservation Biology, advierte que los perros —aun con correa— pueden alterar el comportamiento de especies silvestres sensibles, especialmente aves playeras. Por su parte, los gatos, según datos de Nature Communications, han depredado más de 2,000 especies a nivel global, 347 de ellas en peligro de extinción.
Más allá de la depredación directa, el impacto ambiental de estos animales se extiende a través de huellas químicas y orgánicas. La orina, heces y restos de alimentos de perros y gatos pueden modificar ecosistemas enteros, favoreciendo la proliferación de algas, disminuyendo el oxígeno en cuerpos de agua y afectando la salud del suelo. Además, el uso habitual de productos veterinarios como antiparasitarios libera químicos dañinos, como piretroides y neonicotinoides, que son tóxicos para insectos polinizadores y organismos acuáticos. La producción masiva de alimentos para mascotas también deja una huella climática considerable, con los perros y gatos consumiendo hasta el 25% de las calorías cárnicas en países como Estados Unidos.
En el caso de México, la situación es particularmente alarmante. Con más de 25 millones de perros y una creciente población de gatos —muchos de ellos en situación de calle o semilibertad—, el impacto sobre la fauna nativa es cada vez más evidente. Estudios de la UNAM indican que los perros ferales contribuyen a la depredación de especies como tlacuaches, reptiles y aves, mientras que los gatos domésticos en libertad podrían cazar millones de animales silvestres cada año. Además, informes de la CONAGUA revelan que los residuos de estas mascotas afectan la calidad del agua en ríos urbanos como el Santiago y el Río de los Remedios.
Frente a este panorama, especialistas coinciden en que no se trata de criminalizar a los animales de compañía, sino de fomentar una convivencia más informada y sostenible. Algunas ciudades europeas ya han implementado zonas de exclusión para mascotas en áreas naturales, mientras que en México se empiezan a discutir campañas de esterilización, limpieza comunitaria y concientización sobre la tenencia responsable. Elegir alimentos con menor impacto ambiental, evitar el acceso libre a la calle y minimizar el uso de químicos son algunas acciones concretas que los dueños pueden tomar. El reto es colectivo y requiere una colaboración activa entre ciudadanía, gobiernos y sector privado.
